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martes, 24 de junio de 2008

Cuestión de palabras

A veces, las cosas más importantes de nuestra vida dependen de las palabras. Las palabras son el invento más perfecto y útil del ser humano y tienen de todo: sonido, intención, melodía, formas que cambian dependiendo del espacio geográfico, dando color y diversidad a las gentes.
Las palabras son como las acciones del lenguaje: suben, bajan se transforman...
El español, en estos momentos, va a la baja - expresión quizá excesiva, pero no se como calificar esa pobreza de vocabulario que por doquiera -quién utiliza ya ese término- se aprecia.
Quizá tengamos que adaptarnos a nuevos medios de comunicación pero -al menos en mi caso- siempre echaré de menos la riqueza y variedad de las palabras, riqueza destacada en nuestro idioma, desparramado en generosa ración por los cinco continentes. Y lo más sorprendente es que el idioma heredado por los pueblos hispanos, conserva en vigencia más términos que el que hablamos en la llamada madre patria y nos tropezamos con hablas evolucionadas, enriquecidos con nuevos vocablos.
El hispanista Waldo Frank aprendió español y después se adentró en las peculiaridades del hablao en Perú, Bolivia y Argentina. Solamente con trasladar estas formas de lenguaje al papel, casi se hace literatura. Y esas nuevas palabras lo invaden todo: la música, la poesía, estampando el sello distintivo de cada pueblo.
Nos encontramos con términos más precisos que los del propio español: Quedarse timbrado significa la expresión de perplejidad de un individuo ante algo que le asombra- igual que el sobresalto que puede producirnos el timbre inesperado de un teléfono; si alguien ha estudiado de forma profesional guitarra en un conservatorio se llama guitarrista, pero si se trata de un músico que toca "a la desmañada", por intuición, más por juglar que por artista, se llama "guitarrero", como decía y cantaba Alfredo Zitarrosa : "Guitarrero viejo, astroso y borracho/ musiquero alterno de almacén y bar/ donde tu instrumento cantador y macho ha ido a parar..." y nos completa Zitarrosa (en este caso el autor de la canción Washington Benavides, con términos como "cantador" que no cantante, almacén (taberna en Argentina") o "alterno" (tanto en uno como en otro lugar). Aquí las palabras ponen en su lugar a las personas y las cosas: Un violinista no es igual que un violinero.
¿Como deberíamos llamar aquí a los periodistas que sin pasar por ningún estudio liberan su pluma a la prensa? ¿Periodiqueros?. Quizá García Marquez nos prestara la palabra escribidor, pero no estaría yo muy seguro de poder usarla aquí adecuadamente. Tal vez sea hora de que nosotros nos pongamos a inventar palabras, como aquel extraño personaje de Cela en "La Colmena". Sí, quizá sea momento de inventar o rescatar términos casi en desuso... Todo menos pasar por el aro de ese lenguaje apócope utilizado en los móviles, evidencia de una generación que pierde estilo y belleza de expresión. También puede ser que los pasados de moda seamos nosotros y nuestras formas nostálgicas; a fin de cuentas, todo es cuestión de palabras.


José Rabanal Santander

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