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martes, 19 de agosto de 2008

Olimpiadas de Pekín y palomas

Estoy completamente de acuerdo con todo lo expuesto por el amigo Tomás Martín Tamayo en su artículo publicado en el Diario "Hoy" de Badajoz. En resumen, Martín Tamayo viene a decirnos que las democracias, "nuestras democracias", cierran los ojos ante un gobierno dictatorial, que ejecuta diariamente a sus presos, sospechoso de un comercio de órganos y que olvida por sistema los más elementales derechos humanos. Y de libertad de expresión, no digamos ...
Y nuestras democracias, bajan la cabeza, les llevan la antorcha olímpica - que aquí pierde todo su significado, sentido y estética- olisqueando lo que ya hace tiempo han comenzado a catar: un gigantesco consumidor de 1.500 millones de personas al que podremos venderle de todo y con el que podrán forrarse los de siempre, sin que el tercer y cuarto mundo (que seguro que ya existe), pille cacho de esta gran tajada. Ya habrá por ahí repúblicas bananeras, despellejadas economicamente por sus "generalitos" a las que poder dar lecciones de democracia y es estado de derecho... Todos callamos: los de a pie - que no podemos hacer otra cosa que decirlo- los "tales cuales olímpicos" por sus intereses y los atletas, felices porque se premian sus dignos esfuerzos en la demostración deportiva más importante del mundo -y por ello nos alegramos todos.
La ceremonia fue magnífica- derroche de medios- respondiendo todos a una, aunque a mí siempre me llama la atención más la atención el que se se sale del cuadro (será que los que nos creemos un poco creativos somos así.) Pero no creo que representara la verdadera historia de China, o al menos sobraba la paloma que se dibujó sobre el tapiz, paloma que tiene su sentido en nuestro cristinanis y que presta forma al espíritu, paloma reinventada por Picasso como símbolo de de libertad y paz; podrían haberla sustituido por la figura de algún tanque de los de la Plaza de Tianamen, como acto de contricción y propósito de enmienda... Pero no, al final salieron militares haciendo resonar sus botas. Estas Olimpiadas - en su escenario- marcan el recuerdo de las de Berlin 1.936 (sí aquellas filmadas por la Riefenstahl por encargo de Hitler), cuando todos escondían la cabeza ante lo que se cocía en la Alemania Nazi.


José Rabanal Santander

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