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miércoles, 12 de febrero de 2020

LA FERIA DE BADAJOZ EN 1830. CAPITULO DE LA OBRA "DE COSAS EXTREMEÑAS Y ALGO MÁS DE FRANCISCO JAVIER SANCHO GONZALEZ

Esta obra -rara y difícil de encontrar- del Maestrescula de Catedral de Badajoz, Francisco Javier Sancho y Gonzalez, compone una piedra fundamental para el estudio de la historia local de Extremadura.
Transcribo, literalmente, el capítulo La Feria de Badajoz en 1830.


LA FERIA DE BADAJOZ DE 1830

Al Señor D. Regino de Miguel

Si el movimiento es la vida, según opinaba un antiguo y achacoso boticario de mi pueblo, que era listo como él solo y buen amigo, gran vida gozaría nuestra ciudad a mediados del mes de septiembre de 1830: porque desde el Campillo al Chaparral1 y desde la Plaza de Toros a San José, no había casa que no tuviera en revolución todos sus trastos, ni mano de mujer que no moviera la escoba o el sacudidor de orillos, la caña con el pincel o el pellejo de oveja chorreando cal o tierra blanca; ni burro de aguador que, hostigado por la vara, para surtir a las beceras2 impacientes por fregar los suelos y quitar las pintas, no corriera, al son de la esquila, con los cuatro gruesos y grandes cántaros de la alfarería de la calle Concepción Alta3, llenos de agua revuelta, recogida desde los tablones colocados orilla adentro del charcón del Guadiana, que baña el lado de arriba de los estribos del puente de Palmas, correspondiendo así nuestras paisanas a la fina invitación que las hiciera el señor corregidor de la ciudad, general D. Francisco Javier de Gabriel, para que los concurrentes a nuestra feria, que principió a celebrarse el 21, 22 y 23 de septiembre del año anterior de 1829, pudieran admirar el aseo de las casas y fachadas de nuestra población; qué necesitadas estarían algunas de limpieza, cuando D. José Velasco, profesor de lengua española, francesa e italiana que vivía accidentalmente en la posada del Vino, calle de las Peñas4, 11, decía a su patrona: “Me cargan, me encocoran5 y me estomagan todos los olores que despiden los frascos de pachulí y otros mejunjes que compra usted en los comercios y droguerías de D. Lorenzo Pesini y de D. Gerónimo Orduña, de la calle de San Juan, así como el chero que esparcen, para engañar a las narices, los zahumerios6 de alhucema7 y de incienso, que no quisiera ver quemado sino en los altares; porque desengáñese usted, patrona, la mujer no debe oler más que a ropa limpia, y nuestra casa a la cal blanca y al aire puro del campo.”
Al compás del ornato y de la limpieza andaban la alegría y la animación: los labradores, contentos y satisfechos con el precio de los granos, a 40 reales la fanega de trigo, a pesar de la gran cosecha que habían recogido, gracias a las abundantes lluvias que cayeron en los últimos días de abril y primeros de mayo, por la intersección de Nuestra Señora de Bótoa, cuya imagen, después de las rogativas que a petición del Ayuntamiento se celebraron en la Catedral, fue restituida a su ermita en hombros de los labradores agradecidos y de las lavanderas; los ganaderos y comerciantes esperaban un gran tráfico, porque la feria se estableció franca de derechos reales y municipales, circunstancia que favorece la especulación y llama al concurso; los traficantes y merchanes, aunque llegara a su noticia que en la noche del 9 al 10 del mismo mes de septiembre, fue robada la Real Mensajería que hace sus viajes de esta ciudad a Madrid, en el sitio que media entre la Guía y el Confesionario, bien podían, aunque con las debidas precauciones, caminar con sus cintos de torzal8 o de cuero, repletos de centines9 y peluconas, porque el Excmo. Sr. D. José San Juan, capitán general de Extremadura, conforme a lo dispuesto por la Real Sala del Crimen, mandó a todas las Justicias que hicieran saber a los comandantes de los Voluntarios Realistas que la persecución de los ladrones y malhechores estaba al cuidado de su fidelidad y buen celo; a la gente moza como a la entrada en años y a los viejos de buen humor se le presentaba la ocasión de echar una cana al aire y de divertirse honestamente, no con batallas de flores, que no las había en abundancia, porque la Corchuela10 era un espeso matorral de coscojas11, encinas y alcornoques, y dentro de murallas sólo había algunos patios con enredaderas, rosales y azucenas, y en las ventanas y en los pocos balcones macetas de claveles y tiestos de albahaca; ni con conciertos hípicos, pues nuestros caballistas sólo de higos a brevas se divertían corriendo los gallos; ni con partidos de walon o de foot-ball, porque en los días de fiestas de guardar se jugaba a la pelota, a la barra12 o a la calva13; pero en cambio, con el superior permiso y si el tiempo no lo impedía, después de pagar 200 reales de vellón por cada corrida, para el sostenimiento de la escuela de tauromaquia, fundada en Sevilla y a petición del Conde de la Estrella, por Real orden de 28 de mayo del mismo año de 1830, prepararon la plaza de toros con sus tendidos de tablas, sobre zoquetes14 clavados en la rampa del baluarte y los palcos con maderos, tablones y esteras15, para celebrar tres magníficas corridas en las que se lidiaran 18 toros, de seis a ocho años, de la acreditada ganadería de Vázquez, por las cuadrillas de Juan García Núñez, El Quemado; Antonio Rue, El Nieves, y Antonio Montaño, siendo picadores Tomás Muñoz, Juan Pérez y El Pimiento, de Sevilla; además, todos los gremios se preparaban para realzar la feria, y, de seguro, el de zapateros ensayaba su aplaudida danza de los corcobados; el teatro se estaba adornando como para fiestas reales, con las percalinas16 de colores y los cortinones rojos, más una colgadura uniforme y vistosa, guarnecida de ondas de laurel, entrelazadas con rosas, que cubría la balaustrada de los palcos, y con candeleros de techo en techo, para avivar, con la luz de cera, el resplandor de las humeantes candilejas; por supuesto que bien merecían esos preparativos y adornos no sólo el baile que proyectaba el Ayuntamiento, gratis et amore a todas las personas de ambos sexos que se presentasen en traje serio, los hombres de frac y las señoras con vestidos y tocados de etiqueta, sino por las representaciones que se iban a dar en el coliseo; y en prueba de ello léase el programa de la función del día primero de feria:
TEATRO.- Hoy, 21 de septiembre, la compañía cómica ejecutará la divertida comedia Amor al uso o Tantos a tantos, del célebre Solís; a continuación la actriz de cantado del Teatro Real de San Carlos, de Lisboa, Josefina Tubo, cantará una cavatina17 de la ópera Temistocles y un rondó con variaciones; después un concierto de piano por el profesor D. Antonio Miró; luego se bailarán las boleras de la Marica, terminando la función con el chistoso sainete nuevo nominado El recluta por fuerza.
Y como la mayoría de los vecinos y forasteros no podían asistir al baile del teatro por no tener traje de etiqueta, el Muy Notable y Leal Ayuntamiento mandó hacer en la Plaza del Rey18 un paseo artificial con pinos, en cuyo centro elevó un espacioso tablado, para que en éste y al son de la música del regimiento de la Reina, 2º de línea, pudieran satisfacer con honestidad sus aficiones a los vals, galop, rigodones y contradanzas.
Sólo una cosa, a mi entender, desafinaba la armonía y universal concierto de la ciudad en adornos y limpieza, que el reluciente y pegajoso sol del veranillo del membrillo, por el día, y por la noche general iluminación de vasos y farolillos de colores, hacían más patente, a la vista de propios y extraños, el mal empedrado y los barrancos que había en la Plaza del Rey, o Campo19 de San Juan, centro de reunión y esparcimiento de la flor y nata de la sociedad pacense; y no es que yo me lo haya soñado, sino que lo he leído en una carta escrita por el Sr. D. Manuel Tomás Sarró, en la que dice: “Que paseándose en el Campo de San Juan una de las noches calurosas de agosto, él, D. Mariano Tiburcio de Castro, síndico personero20 del Ayuntamiento, algunos individuos de la Real Junta de Propios de la Ciudad y los Sres. De-Combes, Marqués, Cajigal y Manso (y de seguro que estarían tomando el fresco también los Sres. de Rocha, Saavedra, Tamayo, Laguna, Díaz de la Cruz y Jugo, con sus familias), se resintieron de la incomodidad que, para disfrutar de aquel desahogo, sufría la parte más escogida de la población y el sitio más céntrico de la ciudad con el peligroso piso que ofrecía, en razón de su desnivel y mal empedrado; y que estando también en la reunión el arquitecto de Madrid, D. José García Otero, que por orden del Gobierno de Su Majestad dirigía la recomposición del puente de Palmas, se presentó gustosísimo a formar el diseño de un sencillo paseo, que reuniese, al buen piso, una visualidad agradable, haciendo un sitio de recreo y cómodo, lo que hasta ahora ha sido destrucción de pies y de zapatos.” De esta carta del Sr. Sarró se deduce: que el piso del Campo de San Juan haría feo contraste con los adornos y limpieza de las fachadas, a no ser que los pinos y el espacioso tablado para el baile público taparan los hoyos y barrancos, y además, que no es de extrañar que los acreditados maestros zapateros D. Jacobo Vega y D. Antonio Toro, reunieran un capitalito para vivir con desahogo, ni que se pusieran ricos el comerciante, droguero y librero D. Lorenzo Pesini, y el droguero y sombrerero D. Alfonso Sanmartín, con la venta de emplastos para destruir la raíz de los callos que anunciaba en prospectos que repartía el cartero Luis Álvarez, juntamente con la de pañuelos de seis palmos, de tisú y de seda cruda de la India, de las gorras de cerda color de oro, de los sombreros de esterilla de paja redonda de Italia y de las comedias, a cuatro reales, Contigo pan y cebolla y A la zorra candilazo.
Los particulares también preparaban en sus casas brillantes fiestas de convite, y se esperaba con impaciencia el gran concierto vocal e instrumental, recreo peregrino y único en su clase hasta el día en la ciudad, con el que iba a obsequiar a sus amigos, en su morada suntuosa del Campo de San Juan, el Sr. D. Gerónimo Patrón. Con este motivo, el sacerdote de París Mr…..21 (no he podido averiguar su nombre), que se estableció en la Plazuela de la Soledad, número 11, y que vestía con sujeción a los últimos figurines, no daba a vado a los encargos de los redingotes22 con la delantera bien cruzada y abotonada, las faldillas también cruzadas en su extremidad, a distancia igual de alto a bajo, y los bolsillos colocados en lo alto de las caderas, cerrados con dos botones; ni a los fraques23 de terciopelo verde, con ancho cuello; ni a los ajustados chalecos de seda laboreada de color azul o de violeta obscuro; ni a los pantalones estrechos de cachemir, color de carmelita o avellana.
Lo mismo le pasaba al maestro peluquero del teatro, José Antonio Zúñiga; al pobre hombre no le dejaban descansar, y con el bocado en la boca andaba de casa en casa, dando lecciones de peinado de última moda, que consistía: en hacer caer sobre la frente una trencilla de pelo de veinte hebras, alrededor de la cual giraba una sarta de perlas formando corona, o dividiendo el cabello, en la parte superior de la cabeza, en tres capullos reunidos, grandes mechones sobre las sienes, una guirnalda inclinada hacia la izquierda y un rizo sobre la frente. Pues ¿y el trajín que traían las señoras y señoritas con las modistas costureras? Ya hacían, para los sombreros o prendidos, ramos de flores de la vainilla, que presentaban corolas de cinco pétalos, de un encarnado vivísimo; ya se probaban el vestido de raso o terciopelo, color siempreviva o verde esmeralda, descuellado y abierto, de manera honesta, para que se viera el jubón de gro24 blanco, de Nápoles, de mangas muy anchas en la parte superior y tan caídas sobre los codos que parecían como separadas de la manga ajustada del antebrazo, con faldas de pliegues que, empezando en la parte inferior de las caderas, bajaban hasta rozar ligeramente los zoclos25 de suela de corcho, forrada de fino cuero, y cubierta de terciopelo blanco, sujeto al pie con cintas azules de felpilla, las que, por medio de resortes elásticos se cerraban con broches de acero bronceado.
Todo Badajoz era, pues, movimiento y vida; y la alegría era tan grande como sentían el salchichero Juan Lobato y otros vecinos de las calles de la Rebolla26 y del Polvillo27, cuando, en tropel, subieron a la Plaza Alta para cobrar en la administración de las Reales Loterías los 400 pesos fuertes que les habían tocado en el número 3.785 del sorteo celebrado en Madrid el 4 del mismo mes de septiembre; y, para no cansar, hasta el público, anheloso, esperaba aumentar y continuar los festejos de la feria con fiestas reales, así que el estampido del cañón y el repiqueteo de las campanas anunciaron el feliz natalicio del heredero del deseado Fernando, que no se haría esperar, de no marrar la cuenta, puesto que en el mes de mayo se habían celebrado en la Catedral, presididas por el Sr. Obispo D. Mateo Delgado y Moreno, ilustre y virtuosos de Oliva de Jerez, solemnes rogativas por haber entrado en el quinto mes de su embarazo la bella Napolitana. Y Dios me perdone mi mal pensamiento; pero presumo que los gitanos y taberneros eran los únicos que andaban moquicaídos o si ponían caras de pascua, por el qué dirán, por dentro andaría la procesión; porque los voluntarios realistas eran los encargados de vigilar a los primeros, para evitar con sus chalanerías28, fraudes y engaños; y a los segundos porque se les mandó por el señor corregidor que cerrasen sus establecimientos al toque de la retreta, bajo la multa de 20 ducados o un mes de cárcel al que no los pagase, y el general De Gabriel no era hombre que pasaba por movimiento mal hecho ni hacía la vista gorda.
Como faltaban tres días para dar principio a la feria, el Muy Noble y Muy Leal Ayuntamiento publicó un bando en el que se ordenaba y mandaba:
1º. Las tiendas y puestos de todos los efectos de comercio se colocarán, desde la esquina del Rastro hasta la de San Atón, incluso la Plaza del Rey.
2º. Los puestos de dulces, licores, cantinas, frutas verdes y secas, buñuelos y demás de masa y sartén y pastas, ocupasen desde San Atón hasta las casas que dan frente al Cuartel de la Bomba29, por uno y otro lado.
3º. No se hará novedad en la Plaza Alta, pues que deben continuar en la misma forma, como hasta aquí, el despacho y venta de los comestibles, para el surtido de los vecinos y forasteros y con abundancia proporcionada a la concurrencia de estos.
4º. El ganado vacuno ocupará desde la Picuriña hasta el Campo de San Roque inclusive.
5º. El caballar, mular y asnal se colocará en la suerte de Tinajero y la parte de San Roque que no ocupe el vacuno.
6º. El de cerda, desde el puente de Rivilla hasta el Guadiana.
7º. El lanar y cabrío a la orilla del río y campo lindante.
8º. Se prohíbe que persona alguna pueda transitar con carruajes y caballerías en los días de feria desde la esquina del Rastro al Cuartel de la Bomba, bajo pena de 10 ducados y de ser responsable del daño que causen.
9º. Se prohíbe andar con máscaras ni disfraces, proferir palabras obscenas y ejecutar la menor acción deshonesta que desdiga de la moral y buenas costumbres del pueblo español, bajo la misma pena pecuniaria y la personal a que se haga acreedor con arreglo a las leyes; las penas pecuniarias se ejecutarán en el acto y el que no pueda pagarla sufrirá un mes de prisión, a la que será conducido inmediatamente.
10º. Se recuerda a los vecinos de esta ciudad y forasteros concurrentes a la feria, la observancia a las Reales órdenes y pragmáticas sobre juegos prohibidos, en la inteligencia de que los contraventores serán castigados con arreglo a las mismas sin el menor disimulo ni tolerancia.
Y para que llegue a noticias de todos y no puedan alegar ignorancia, se fija el presente en Badajoz a 17 de Septiembre de 1830. – El Gobernador corregidor, Francisco Javier de Gabriel.- El Secretario del Ilustre Ayuntamiento, José López Martínez.
Mañanita de niebla, tarde de paseo; pero como no era espesa, sino la neblina propia del Guadiana, la que envolvía a nuestra ciudad al alborear el día de San Mateo, primero de nuestra feria, la gente se echó a la calle bien temprano, unos hacia la Plaza Alta, que era un enjambre de mujeres y hombres, entre estos no pocos encapados y glotones señoritos, con los cenachos al brazo, estrujándose para ganar la delantera y escoger lo más apetitoso que hubiera en los puestos y callejones; otros marcharon a coronar los lienzos de la muralla desde el Castillo a puerta de Trinidad o el baluarte de las salvas, para presenciar la entrada de los ganados en el rodeo, el tropel de feriantes que se acercaban a la ciudad por las carreteras de Madrid y de Sevilla o la interminable hilera de carros portugueses que, aprovechando la franquicia, venían a desenganchar en la Alameda Vieja o en la espaciosa plaza, a la que da sombra la huerta y el convento de dominicos, antiguo morada del austero e insigne Fray Luis de Granada; y muchos bajaron desde luego a las cantinas colocadas desde el cuartel de la Bomba al Parque de Ingenieros, que iban desalojando los trasnochadores que habían presenciado el encierro de los toros de la corrida de aquella tarde, para matar el coquito con tragos de aguardiente y perrunillas, anisetes y ruedas de churros calentitos, recién sacados de la añeja y chirriante aceite de la bodega del Seminario de San Atón, preferida, por su buen gusto, por las buñoleras30 de los puestos colocados frente al balcón corrido de la casa de Cañadas, del taller de carpintería de Faraldo y de la barbería de Antonio Cabas, célebre, más por las navajas, por su colección de alondras, que con sus trinos y grajeos alegraban todas las mañanas hasta a los frailes del vecino convento de Franciscanos. Y mientras todo esto sucedía, multitud de forasteros, con las caballerías del diestro, cargadas de mantas y alfombras, repletas de tarros de corcho con las prevenciones, recorrían las calles, de puerta en puerta, buscando alojamiento; porque las posadas de Trinidad, del Vino, las de Caballero, de Vicente Molina y Caballo Blanco, de la calle de la Soledad, con la del Olivo31, número 21, donde paraban las Reales diligencias de Portugal, estaban atracadas de gente, y mucho más la fonda de Las Tres Naciones, Moraleja32, 49, propia de Gerónimo Burgos, a pesar de tener cuadras para 100 caballerías, corralones para coches y carros y muchos cuartos a dos reales por persona sin cama; tres reales con cama y cuatro con cama y ropas; y hasta D. Melchor Rubio, maestro de 1ª educación, tuvo que arrendar las espaciosas habitaciones que tenía preparadas en su colegio, Sal Vieja33, 3, para recibir los pupilos del 1º de Octubre; y como era día de misa, no es de extrañar que todos los templos estuvieran llenos de fieles, cumpliendo el precepto de la Iglesia, y más especialmente el de la Catedral, en la cual, la devoción y recogimiento en la misa de once, hacía más perceptible los agudos y desacordes sonidos de las gaitas y pitos, el ruido de los tamboriles, panderetas y chilrraderas34, y el rumor confuso de los feriantes, que después de admirar en la calle de San Juan, desde la hojalatería de Vicente de la Cruz, frente a los Gabrieles, hasta el comercio de D. Bernardo Cabezudo, las abigarradas muestras de género que, a manera de trofeos, prendían de lo más alto de los hastíales35 de todas las puertas, recorrían las tiendas de juguetes, muñecos y baratijas, colocados enfrente del Ayuntamiento; las tendaleras36 de loza basta de la alfarería de Bernáldez, de la fina de Sevilla, de barriles y tinajas, pucheros y cántaros de Salvatierra, que rodeaban la Catedral, desde la puerta de la Antigua hasta la esquina de San Blas; las voces de los dulceros, colocados en la calle del Obispo, a lo largo del convento de Santa Catalina, pregonando los turrones de Alicante, caramelos de limón, almendrones, avellanas y garbanzos tostados, que casi tocaban en la enfermería de San Francisco, con las banastas de higos chumbos y de rey, de las doradas uvas de cuelga de Olivenza y camuesas de San Vicente, que con los grandes rimazos37 de sandias y melones de Talavera, ocupaban la fachada de los franciscanos delcazos, formando contraste con las redes para ovejas, sogas, serones, esportones y aguaderas de esparto que seguían la acera del Seminario y del Hospital.
Empujándose y ronca salía la gente de la plaza de toros, esparciéndose por todo el Real de la feria y llenando las cantinas y las tabernas, especialmente la de Francisco Alvarado, Comedias38, 1, surtida por el almacén del Campo de San Andrés, que tenía un vino de superior calidad a cinco cuartos el cuartillo, el café del Campo de San Juan, el del teatro y el Café Nuevo de la calle de San Blas, en los cuales entre vaso y vaso de vino, agua de limón, horchatas, sorbetes de almendra y tazas de café y copas a real y medio, se comentaba, con calor, el trabajo de las cuadrillas, las cualidades de los bichos y las peripecias de la lidia, quedando todo aclarado a la mañana siguiente en un hojita impresa que a la letra dice así:
Corrida de ayer”
1º. Carmelito: Un poco blando, tomó cuatro varas de Muñoz, dándole un porrazo, y tres de Pimienta; le pusieron 12 banderillas y lo mató el Quemao, de una muy buena, que mereció los mayores aplausos.
2º. Corsario: Tomó cuatro varas de Muñoz y dos de Pimienta, a quien mató el caballo: las heridas que recibió en el chiquero no le dejaron valerse de las piernas, y por eso permaneció receloso y parado: le pusieron 14 banderillas y lo mató Montaño de una baja.
3º. Legia: De la antigua casta de la Cartuja, cobarde y parado, lo que hizo que lastimase los perros que mereció, y único objeto para que podía servir.
4º. Navarrito: Tomó cuatro varas de Muñoz y cuatro de Pimienta; fue blando y se le puso fuego; matándolo Montaño de una baja.
5º. Jaropillo: Tomó cuatro varas de Muñoz y cuatro de Pimienta, dando a cada uno un porrazo; fue muy boyante: le pusieron 16 banderillas y lo mató Nieves, de cuatro, dándole una en regla.
6º. Vinagrillo: Blando, tomó tres varas de Muñoz y dos de Pimienta, le pusieron 24 banderillas y lo mató Gaspar Díaz de una en toda regla, que mereció la aprobación del público.
Los picadores dejaron disgustado al concurso y hubiera sido de desear en ellos más arrojo, menos vara y más regla en ponerlas.”
Todavía se comentaban las estocadas del Quemao y las varas de Muñoz (y por lo leído nadie se metió con la presidencia de la plaza), cuando asomaron entre las almenas y en los ventanales de la torre de la Catedral los históricos farolitos, que aún se conservan, y poco después todos los edificios públicos, incluso los conventos y la mayor parte de los particulares, aparecían iluminados con los vasitos y farolillos a la veneciana, cuyos resplandores, unidos a los que despedían las arañas, lámparas, velones y hasta candiles de los puestos y comercios, aunque no lastimaban la vista, eran suficientes para apreciar en la calle de San Juan los primorosos bordados en oro, plata y seda, hechos y expuestos en los establecimientos de los maestros Tadeo Urraca y Manuel Velasco; la abundancia y buen orden de los diversos géneros que en todos los comercios se vendían, como por ejemplo, el de D. Félix Pablo Carrillo, que sobre las cajoneras llenas de arroz, fraijones, fideos y pastas de la fábrica de la calle Soledad, núm. 15, pimienta colorada y especias para guisar, se alzaban los estantes con libros al lado de los que contenían piezas de lienzo gallego, de terliz39 para colchones, cajas con pañuelos de seda y de Manila, al lado de los rollos de bayetas, ceñidores y sombreros portugueses; y, para no cansar, la de D. Juan Giral, que a los anteriores géneros, menos los libros, añadía las escobas de palma, los bragueros de lienzo y orillos, que hacía el maestro Francisco Agudo, de la calle del Álamo40; las fumigaciones para la curación de las úlceras y el bálsamo maravilloso de Izquierdo, para diviesos41 y quemaduras.
¿Concurrió mucho ganado al rodeo? ¿Corrió mucho el dinero? ¿Intervinieron en algunos contratos los escribanos D. Florencio Sánchez Rastrollo o D. Juan Membrillera? No lo sé; como tampoco si salió airoso el Sr. Patrón con el concierto, no si fue aplaudida la cantante de San Carlos ni si resistió el tablado el empuje de los bailadores; y como estas cosas al cabo de tantos años no se aprenden ni averiguan, ni aún yendo a Salamanca, haría aquí punto final, amigo D. Regino, si ni hubiera echado cuenta que me dejaba en el tintero: Que en una casa de la calle de Afligidos, enfrente del Santo Cristo entraban muchos hombres y mujeres con cautela y disimulo, porque el genero que en ella se expendía en aquella era contrabando, circunstancia que siempre aviva el apetito: explicaban, C por B, a D. Fermín, el origen y progreso de sus flatulencias y alifafes, y salían, tan campantes, con los bolsillos llenos de paquetes de las tomas del vomiz-purgativo y purgante de la ruá, en cantidad suficiente para arrojar, como única causa de sus enfermedades, todo el humor seroso42 corrompido, que tenían depositado en sus cuerpos, y dejarlos más limpios que una patena y tan sanos como una pera de San Vicente.







1 Posteriormente calle Menacho.
2 Clienta fija.
3 Posteriormente calle San Lorenzo.
4 Posteriormente calle Eugenio Hermoso, aunque la conocida como Posada del Vino se encontraba en la antigua C/ El Tercio.
5 Molestan.
6 Sahumeríos. Mezcla de pajuelas, pimienta, sal y azufre que usan los niños durante las matanzas, colocándola encendida en algún sitio oculto.
7 Planta y semilla que se emplea para sahumerio.
8 Cordoncillo de seda.
9 Moneda acuñada en oro en el Real Ingenio de Segovia por Felipe III y Felipe IV, tuvo un valor de cien escudos.
10 Finca situada cerca de Badajoz, junto al Guadiana, en la carretera N-432.
11 Especie de encina.
12 Especie de juego.
13 Juego que consiste en tirar, los participantes, a proporcionada distancia, piedras a la parte superior de un madero sin tocar antes en tierra.
14 Tarugo de madera.
15 En un suplemento taurino (El Enano) publicado en Madrid el 19/6/1860, aún se podía leer, en relación a una novillada celebrada en Badajoz y refiriéndose a épocas pasadas: Entonces no había aquí plaza de toros. Únicamente existía en el espacio interior de uno de los baluartes de la fortificación, un mal trazado circo de tapia y mala mampostería. Cuando se daban funciones (…) se arreglaba la pequeña parte de sombra de este local con unas toscas escalerillas de tablas, que servían de tendido; y en la parte interior del terraplén, con esteras de desecho y maderos de andamios, se preparaban unos malos cuartuchos, a los que se les daba el nombre de palcos.
16 Especie de percal, tela de algodón.
17 Pieza de canto corto.
18 Posteriormente Plaza de la Constitución, el popular Campo de San Juan.
19 Camilo José Cela escribe: “En Badajoz, las plazas se llaman campos. Llamar campos a las plazas es un bello arcaísmo portugués, que debe conservarse”. Páginas de Geografía Errabunda. 1976.
20 Procurador que se nombraba por elección en los pueblos, y principalmente en aquellos en que el oficio de procurador síndico general era perpetuo o vitalicio.
    21 Según Alberto González, suscita dudas esta frase, ya que, opina, debería tratarse de un “sastre”.
22 Especie de levitón, cierta prenda.
23 Castellanización de frac.
24 Tipo de seda sin brillo, de origen italiano, muy usado en los siglos XVIII y XIX.
25 Zueco.
26 Posteriormente calle General de Gabriel.
27 Posteriormente calle Amparo.
28 Artificio y astucia propia de chalán, persona que anda con tratos de compras y ventas y tienen habilidad para hacerlo.
29 Antiguo cuartel militar derribado en 1965 y que se hallaba donde hoy se encuentra la Biblioteca Pública Bartolomé Gallardo y el comienzo de la Avda. de Europa. Se conserva una calle con su nombre perpendicular a referida avenida.
30 Dícese de la que hace buñuelos.
31 Cuarto y quinto tramo de la antigua calle General Primo de Rivera.
32 Posteriormente calle Ramón Albarrán.
33 Posteriormente calle Arias Montano.
34 Juguete infantil de sonido estridente. En algunas localidades del sur extremeño sirve para designar a las personas que hablan excesivamente.
35 Fachadas de los edificios terminadas en el ángulo formado por las dos vertientes del tejado.
36 Descompostura y desorden de cosas tendidas por el suelo.
37 Fruto amontonado.
38 Posteriormente calle Donoso Cortés.
39 Tela fuerte.
40 Posteriormente, primer tramo de Bravo Murillo, llamada así por Pedro del Álamo.
41 Especie de tumor.
42 Perteneciente o relativo al suero.

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