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lunes, 16 de septiembre de 2019

HISTORIAS PERSONALES. AQUELLA NOCHE EN EL PALMAR DE TROYA

AQUELLA NOCHE EN PALMAR DE TROYA

Allá por el año 1968 en Sevilla la moda,la novedad , eran los sucesos que desde hacía poco tiempo venían teniendo lugar en El Palmar de Troya, un municipio de La Campiña sevillana. Desde hacía algún tiempo se contaba que unas niñas al regresar del colegio tuvieron una visión celestial que ellas mismas identificaron con la figura de la Virgen María. Poco tiempo después, las mismas niñas confesarían que esa historia se la habían inventado para justificar que a la vuelta del colegio se habían entretenido jugando. Pero la historia corrió por el municipio como la pólvora y, en poco tiempo, inundó de rumores y de sucesos mágicos la capital sevillana .

En aquellas fechas me encontraba residiendo en Sevilla, alojado en un hostal muy cerca de la Plaza Nueva en el que todos los huéspedes éramos estudiantes. El hostal estaba atendido por dos empleadas bastante crédulas en estas materias y nos tenían al día de todo lo que sucedía en el Palmar de Troya sobre todo los días 13 de cada mes, que no sé porqué se había asociado esta fecha, tan simbólica en las apariciones marianas, con los sucesos que supuestamente allí venían desarrollándose.

Debía ser por el mes de mayo, pues recuerdo que se acercaba la época de exámenes. Todos éramos estudiantes en el hostal pero de cuando en cuando, se alojaban algunos turistas de los muchos que suelen pasar por Sevilla .

En aquella ocasión, poco antes del habitual hora de la cena, llegó una pareja de franceses que venían haciendo un viaje por todas España y por supuesto habían incluido en el itinerario la la capital andaluza: Denise y Raimond, no hablaban, nada de español solamente francés y procedían del mismo París.

Se sentaron a nuestra mesa y casi al instante empecé a traducir lo que nos comentaban las dos empleadas que nos servían que por supuesto era sobre el tema del Palmar de Troya y sus apariciones que creían firmemente todo lo que alli pasaba. No tardaron los franceses en sugerir que podíamos acercarnos a comprobar aquellas maravillas milagrosas ,pues la localidad de Utrera no queda muy lejos de Sevilla. ellos viajaban utilizando un Citroën de 6 caballos y a nosotros y como por aquella época nos apuntábamos a un bombardeo, dijimos que sí; digo nosotros porque además de la pareja francesa había un compañero vasco por aquel entonces estudiante de Química y otro andaluz ,de la provincia de Málaga, que no recuerdo que estudiaba si es que lo hacía alguna vez y sin dudarlo, nos embarcamos en el viaje, rebasada ya las diez y media, en el renqueante Citroën.

Llegamos al lugar que era una finca perteneciente a la localidad del Palmar de Troya. Varios kilómetros antes de llegar al sitio de las supuestas apariciones, divinas filas de personas a ambos lados de la carretera, llevando velas encendidas y cantando la popular canción Mariana que se entona en dedicación a la Virgen de Fátima; otras rezaban el rosario en voz alta.

La oscuridad era prácticamente total, a lo lejos se divisaban algunos puntos luminosos que según pudimos apreciar a medida que nos acercábamos , eran los puntos de las apariciones milagrosas dónde se habían levantado altares, situados estratégicamente para que la multitud pudiera ir de uno a otro, como si de un viacrucis se tratara.

Las niñas primeras videntes, ya no tomaban parte en toda esta feria montada alrededor de su relato. Las velas iluminaban los altares, muy parecidos a las típicas Cruces de Mayo que durante este mes suelen adornar los patios andaluces. En algunos habían colocado estampas de la Virgen del Carmen, en otros, de la Virgen de los Dolores y creo que no faltaba ni la Esperanza de Triana. La finca se encontraba machacada de hoyos producidos por los pies de los devoto; allí estaba incluso el párroco de la localidad, dando aliento a aquella superchería pueblera. hacía pocos días que había aparecido por el lugar el vidente quedaría fama a todo este montaje, convirtiéndolo en uno de los negocios más florecientes de España, en una época de estrecheces económicas y de cambios sociales: Clemente Domínguez. Había llegado al Palmar para montar su espectacular número enseñando las llagas que había recibido, según él, del Todopoderoso Jesucristo. El altar dónde se encontraba Clemente realizando su espectacular y absurda farsa era el que más audiencia tenía daba los mensajes tópicos de todas estas apariciones marianas: el mundo está llegando a su fin, qué debemos rezar, pero introducía en su discurso que con oración y ayuda. Y no tenemos ninguna duda de que se estaba refiriendo a ayuda económica de los fieles.La gente, enfervorizada, entre rezos y sollozos, en las penumbras del campo, llegaba al éxtasis.
¿Quién era este Clemente Domínguez, el vidente Domínguez?
Clemente Domínguez había trabajado en la Compañía de Seguros San Rafael, fundada por él padre Serafín Madrid, hermano hospitalario de la Orden de San Juan de Dios, con el fin de recaudar fondos para el hospital de Sevilla. Clemente Domínguez era muy conocido en los ambientes homosexuales de Sevilla; tenía un apodo “La Voltio”. Junto a su pareja, el extremeño Manuel Alonso Corral, debió tener noticia de los sucesos de El Palmar y aquello que en principio no iba a ir a más allá y con la ayuda de un extranjero conocedor de este tipo de negocios, empezaron a hacerse con las riendas de los sucesos palmarianos.

Aquella noche nos enseñaba las manos, quitándose las vendas para que viéramos las llagas sangrantes que tenía en las palmas. En aquellos momentos, con voz toscamente impostada, nos decía hallarse en presencia de Jesucristo y nos transmitía sus absurdos mensajes. No podía comprender cómo una persona qué ha recibido las llagas divinas, el día antes podía estar, tan tranquilo tomándose un café y fumándose un puro en Via Veneto, una de las cafeterías más populares de Sevilla y después, ir al casino por aquel entonces ubicado en la calle Sierpes para hablar de toros y reir a carcajadas. Allí estaba en pleno trance divino.

Dejamos a Clemente fuimos a escuchar qué decía otro de los visionarios. Esta vez era un altar de la Virgen del Carmen flanqueado por dos velones rojos y una buena provisión de flores y un brasero dónde se quemaba incienso. El vidente de unos treinta años parecía más un sujeto qué va a la feria de su pueblo qué un contemplador de las divinidades celestiales, pues iba vestido con un traje azul camisa blanca y corbata roja como si hubiera salido de una boda. Estaba junto mi, sentado en una silla y de vez en cuando, interrumpía sus letanías y cerraba los ojos como si estuviera entrando en trance; Después continuaba con aire despistado, como si le costara mucho trabajo incorporarse a la realidad. En uno de esos descansos le pregunté que veía y me contestó en esos momentos no estaba viendo nada pero que aquella tarde había entrado en conversación con la Virgen; le pregunto de qué Virgen se trataba y me contestó qué era la Virgen del Carmen. La siguiente pregunta fue que cómo se le aparecía la Virgen con qué aspecto y me contestó que la veía igual que estaba en el cielo con una corona, un manto azul, un escapulario en la mano y en el otro brazo sosteniendo al niño, que daba bendiciones... exactamente el mismo cuadro que tenía el altar que se levantaba en aquel sitio. Tenía este vidente un cierto parecido con un torerillo aficionado que visitaba a mi padre en busca de algún articulillo o publicidad en el periódico para su presentación como novillero y que , curiosamente, se rajó al ver salir el primer toro y se fue corriendo de la plaza. Este vidente venia a hacer una faena más segura y era que había pensado que él también podría forrarse con este tinglado mariano. Mientras el vidente hablaba una ayudante le secaba el sudor. Alguien que estaba por allí, le pidió si nos podía echar una bendición de parte de la Virgen a todos los presentes; el vidente en mi opinión notó cierta sorna o cachondeo en la petición y cómo ya debía tener práctica en este tipo de asuntos, dijo que no podía hacerlo porque había allí personas que no creían, que no eran fieles y que por tanto estábamos condenados a arder en las llamas del infierno.

Nos alejamos del lugar y nos fuimos otra vez donde estaba el vidente Domínguez que en esos momentos, se encontraba de rodillas rezando ante su altar con un rosario en la mano y un escapulario colgado del cuello. Cuándo terminó la oración aquellas humanos que al parecer sangraban se apoyaron con fuerza en el reclinatorio sin sin aparente dolor ni molestia alguna. Ese fue el principio de un negocio que aún perdura, arrojando enormes beneficios.

Al día siguiente despedimos a la pareja francesa que nos había llevado a esta singular visita al Palmar de Troya. pero nosotros continuamos durante mucho tiempo contemplando al vidente Domínguez alternar y tomar copas en las principales y populares calles de Sevilla. Lo peor de todo es que hay gente que se lo cree a pesar de que los sucesos y la historia que se montó en el Palmar de Troya ha dejado por el camino a muchos desengañados. Sorprendente ver la cantidad de dinero que los andaluces inyectaban a lo que después fue la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz que, una vez que se hicieron con la titularidad del terreno de una finca que estaba ya prácticamente destrozada ,tuvieron allí su permanente reducto, provocando un cisma tan enorme como absurdo.

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