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sábado, 17 de septiembre de 2011

Extremadura, la Universidad y su deuda

Después de leer las declaraciones del Rector de la Universidad de Extremadura, don Segundo Píriz, al menos me han quedado claras dos cosas: que es casi imprescindible trabajar en el campo para forjarse el carácter y que le gusta la obra de Ennio Morricone - cosa en la que coincidimos plenamente. Sin embargo, no he logrado leer nada acerca de los planes futuros de nuestra Universidad y como no paro de escuchar comentarios "sotto voce" sobre su digamos "difícil situación de prestigio" fuera de nuestra región y quienes los hacen son personas en las que confío, deplore que el Rector desaproveche una página del periódico sobre las medidas y acciones que debe tomar la Universidad para sacarla de ese anonimato neblinoso en el que, según dicen, se encuentra.

Algo que también me llama la atención- subjetividades de uno- es el dato de que el 25% de la renta se debe a la existencia de la Universidad, de acuerdo con los datos del Instituto Valenciano de Economía - quizá en Valencia por eso de la perspectiva de la distancia- y que será tan fiable como cualquier estadística, esa ciencia que dice que yo tengo una finca sin tenerla y mi vecino tiene otra, cuando en realidad tiene dos.

La entrevista se va por el aire cuando debería señalar las líneas a seguir para que la Universidad de Extremadura afronte y supere un horizonte de recortes- es lo que hay- y una rentabilización de sus recursos para conseguir una calidad razonable tanto en sus docentes como en el resultado final de su alumnado.

La Universidad de Extremadura debe asumir su propia esencia y características de su origen: a riesgo de parecer algo dinamitero, es necesario remover un poco el poso de las cosas. Nuestra Universidad nació de un empeño popular digamos- para no entrar en polémica- de las dos provincias. Tiempos de solicitudes al estado, revindicaciones, protestas y presiones tanto de los ciudadanos como de los políticos regionales de la época, cimentados por la Asociación de Amigos de la Universidad Extremeña, con personas del calibre de Antonio Uribarri, José María Montes, el profesor Salinero y tantos otros. Y se consiguió, después de la inconcebibles luchas caínitas entre Badajoz y Cáceres, una universidad cabreada y esparcida entre las dos provincias, con las facultades desparramadas , ubicadas en diferentes edificios de la ciudad, sin que eso consiguiera reforzar el vínculo entre la ciudad y el Centro Universitario, argumento que fue texto y pretexto para atomizar el campus y eso no fue bueno para nadie porque produjo una división de categorías; así hubo facultades de primera y otras de segunda que padecieron cambios, mudanzas e instalaciones en edificios inapropiados e incómodos, como la Facultad de Biblioteconomía hasta su ¿definitiva? ubicación en el famoso Cubo.

La Universidad debe reconocer-nunca lo ha hecho que yo sepa- que si está en Extremadura es porque los extremeños lo quisieron; debe reforzar su vinculo con las ciudades de Badajoz y Cáceres, tener una mayor presencia a nivel local, con actividades que nos entremezclen y confundan, racionalizar su gasto, con política austera en justa medida, no ser un campo libre para licenciados bisoños que se pasen años para terminar tesis, doctorados a base a ayuditas y bequitas. Y sobre todo aforar los recursos suficientes para que los universitarios extremeños disminuyan de las filas del paro y se financien los proyectos de investigación importantes y no las filigranas y refritos que vemos por ahí.

Y que cuando un rector hable como tal, la banda sonora no solape sus programas.

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