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jueves, 26 de noviembre de 2009

En Badajoz hay muchas cosas que derribar

Llamarse Amigos de Badajoz y dedicarse exclusivamente a la defensa del patrimonio monumental, como mínimo, representa una clara incongruencia , pues las otras partes de la ciudad, sus barrios obreros, de clase media alta o marginales, quedan excluidos de la acción defensora de la Asociación y no digamos las gentes y sus necesidades, que parece que no cuentan, a pesar de la denominación tan generosamente extensa; mejor Amigos de los Monumentos, del Casco Histórico o cualquiera otra que defina con más precisión el ámbito de sus actuaciones.
La labor de Amigos de Badajoz- dejando a un lado cualquier discusión semántica- siempre me ha parecido admirable por la magnífica tarea divulgativa de nuestros monumentos locales. Y es más, alguna vez hemos colaborado en sus actividades, componiendo una canción (Almossasa, vals guajira) que llevo en mi repertorio desde hace tiempo.
En el tema- manido ya- del Cubo de la Alcazaba, tienen razón sobrada, ratificada por los jueces;
aciertan igualmente al denunciar la cerrazón de los políticos y su prepotencia. Hasta aquí, todo correcto; pero es hora de ser lógicos y comprender que no se pueden aplicar sentencias que causen perjuicio tal a la población estudiante, a los comerciantes que han arriesgado su dinero, apostando a la sombra en flor de una Facultad de Biblioteconomía que lleva varias excelentes promociones. En fin, un desgaste enorme para la ciudad de Badajoz, que no debe consentir tal desmán. Y ahí sí que la ciudad va a necesitar amigos que piensen con lógica de hoy y no con los fallos de los tribunales como coraza, por otro lado discutibles.
Un fallo puede ser legal, pero injusto a la vez si la aplicación de esa justicia proporciona tantos males.
Resulta ilógico proclamar que se apuesta por la Alcazaba y proponer el derribo del Cubo -que ya no me parece tan feo-, pedir nuevas inversiones para los universitarios y a los empresarios que aguanten. Increíble por no decir otra cosa. Y pensar que se les pase la factura a los políticos responsables, parece más bien deseo de un Quijote enfebrecido y delirante: los políticos se irán a casa, con un buen retiro inmerecido y contemplarán la pelea desde lo alto del balcón de la corrala, pensando que tiempo al tiempo y el tiempo todo lo tapa, como las capas de Esquilache.
Y faena queda. Sobre todo de sentencias sin ejecutar de casas edificadas ilegalmente, de individuos que amplían sus construcciones aprovechando terreno de las calles. Y por otro lado, ¿por qué nadie denuncia la invasión arbórea de la Plaza de Minayo, que no deja ver el López de Ayala o la umbrosa Plaza de los Reyes Católicos?, ¿por qué no devolvemos Badajoz a su estado original? Probablemente porque no sabemos cual era el estado anterior. Yo recuerdo algunos estados anteriores, como la Alcazaba en los 60 del pasado siglo, llena de ratas, ruinas, basuras y demás lindezas, bajo los restos del palacio de Feria, monumento que debería haber sido denunciado también, por la horrorosa y rectilínea reconstrucción de su fachada. Y en los 70 y 80, con el caballo cabalgando por aquellos prados, la cosa derivó a peor. ¿Es ése el estado anterior?
Y volviendo a las sentencias y su cumplimiento, habría que reparar en un lejano texto de William Shakespere: El Mercader de Venecia, cuando el judío Shilock con el pagaré en la mano- donde constaban todos los pronunciamentos legales para cobrar la deuda, arrancando un kilo de carne, del lugar más próximo al corazón del deudor , se encontró con la decisión del juez que le impedía cobrar la deuda, estimando el argumento de la defensora Porcia: no poder derramar una sola gota de sangre.
Y valga el símil salvando la distancia de época y literaria, porque al derribar el Cubo, se están derribando otras cosas no contenidas en el fallo.

José Rabanal Santander

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