La estatua de la poetisa de Almendralejo Carolina Coronado será trasladada desde su ubicación actual en el Parque de Castelar a la avenida que lleva su nombre en San Fernando, popularmente conocida como Barriada de La Estación .
Con toda lógica se origina la correspondiente polémica del monumento esculpido por José Sánchez Silva e inaugurado en 1945.
Sin entrar a juzgar los motivos de la iniciativa- una petición algo añeja del vecindario- en este caso, el traslado de la estatua a la citada avenida, tiene fundamentadas razones para que ese sea su definitivo emplazamiento. Son razones históricas las que lo avalan a diferencia del caso cuando la localidad de Almendralejo quiso que los restos de Carolina Coronado fueran llevados a su tierra natal.Carolina Coronado pasó parte de su adolescencia en Badajoz, en Bótoa y Badajoz fue siempre la ciudad que tuvo presente - como ninguna otra- y expresó claramente su deseo de reposar en Badajoz junto a su marido, Justo Horace Perry, de ahí que llevar los restos a Almendralejo era contravenir la última voluntad de Carolina, sobre todo teniendo en cuenta que, a lo largo de su vida, Carolina Coronado había desarrollado un relación extraña con la muerte. Un ataque de catalepsia propició el rumor de su temprana muerte.En 1852 se casa en Madrid, con sir Justo Horacio Perry, secretario de la embajada de EE. UU. en Madrid. Tuvo un hijo, Carlos Horacio (1853-1854), y dos hijas, Carolina (1857-1873) y Matilde (n. 1861) sobreviviendo esta última a sus dos hermanos y que se casó con Pedro Torres Cabrera. Tiene varias "premoniciones" en las que anticipa el fallecimiento de su hija. Y su obsesión por la muerte la llevó hasta tal punto que, cuando su marido muere en 1891, embalsama el cadáver, negándose a enterrarlo e incluso dirigiéndose a él con el apelativo de "el silencioso" y "el hombre de arriba".
Los años pasan lentamente en la Quinta Mitra, cerca de Lisboa, y antes de su muerte que se produce en 1911, en franca decadencia económica con el palacete ya enajenado, Carolina Coronado dispone que su último destino sea el Cementerio de Badajoz, junto a su marido. Así el 19 de enero de 1911 llegan los ferétros a Badajoz, entrando desde la Estación por la avenida que hoy lleva su nombre.
De todo ello da cumplida noticia el diario La Coalición el día 20 de enero de 1911:
"A las siete y cuarto de la
mañana de ayer llegaron a la estación en tren correo de Lisboa el
cadáver de la ilustre poetisa Carolina Coronado y Romero y los
restos de su esposo Mr. Perry.
En un vagón enlutado y
convertido en capilla ardiente, venían aquellos, encerrados en
magníficas cajas de caoba con herrajes y adornos de plata, y sobre
los mismos una hermosa corona en cuya cintas moradas se leía la
dedicatoria a Carolina Coronado de sus sobrinos los señores de
Burnay, y una preciosa cruz de flores naturales entre las que
descollaban hermosísimas camelias, violetas dobles y otras preciosas
y variadas flores dedicadas a la eximia escritora por el director de
la Compañía de cables de Lisboa.
Acompañando los cadáveres
venían en el tren portugués el hijo político de los finados, D.
Pedro Torres Cabrera, y uno de sus sobrinos.
Esperaban en el arcén de la
estación, el señor cura párroco de la barriada de La Estación, D.
Felipe Carazo, en representación de la familia; el inspector
provincial de Sanidad, y representación del Ateneo y de la prensa de
esta capital y de los corresponsales de Madrid.
Cumplidas las formalidades de
rúbrica fueron transportados los féretros a hombros a la iglesia
parroquial de La Estación, seguidos de la comitiva, siendo
depositados en sencillos túmulos, donde esperaron la hora de ser
conducidos al cementerio en medio de una manifestación de duelo a la
que ha acudido todo el pueblo de Badajoz, rindiendo el merecido
tributo a la cantora de las glorias extremeñas.
Al llegar a la iglesia, el
señor cura de la parroquia de La Estación rezó el responso de rúbrica"
Badajoz le dedicó la avenida en la cual se agolpó el pueblo de Badajoz para rendir homenaje al cortejo. La idea primigenia era erigir en La Estación un monumento , proyecto que cuajó en 1945, en el Parque de Castelar que a pesar de las nostálgicas evocaciones, no es un lugar adecuado, porque el monumento no se presenta al visitante sino que es preciso ir a buscarlo y pasa desapercibido al visitante ; un lugar que con frecuencia mal mantenido, agredido por excrementos de aves, aunque nos asalte la nostalgia de nuestras infancias o el recuerdo de nuestros hijos pequeños mirando el estanque verdinegro.
En la Estación sería como un saludo a propios y extraños, como hace Puerta de Palmas cuando nos acercamos al Casco Antiguo.
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